HUYENDO DEL COLAPSO

Últimamente, me la paso huyendo del colapso. Tengo un recordatorio constante, como un tic tac dentro del oído, que no me deja en paz. Anoche, particularmente, fue una noche distinta y no por buena, como quisiera, sino porque lejos de ser una noche sin miedo o de descanso, fue una de esas en las que por un momento sentí que ya todo estaba más que perdido. Vi decisiones que creía firmes desvanecerse, vi puertas que pensé que siempre estarían entreabiertas para mí cerrarse por completo y no sé qué pasó.


Creo que llevó demasiado tiempo huyendo del colapso, y no sé si eso sea bueno o malo. En estos momentos estoy seguro de que dentro de mí vive un temporizador activo, contando hacia atrás y quizás siempre ha estado ahí, pero apenas ahora soy plenamente consciente de su sonido. Los días me pesan más, y cada vez se hace más difícil pedirle perdón a Dios por sentirme así. Y como la vida también tiene sus putas mañas, esas que nadie logra explicar, me ha ido sumando uno que otro malestar, uno que otro problema, solo para amplificar la sensación y la tensión.


Sé que muchos creen que hablar de estas cosas sin filtro es una forma de victimizarse o de buscar atención, pero eso sí que es una gran equivocación. Escribir no es exhibirse, es resistir, escribir ayuda a huir un poco, a escapar del malestar y aunque suene ilógico o redundante, yo hablo, pinto y escribo de estas cosas porque, en el fondo, estoy cansado de huir, porque huir muchas veces no es correr: huir muchas veces es callar, es no afrontar, es ignorar. Huir no siempre implica movimiento, a veces implica solo la sustracción y esa forma silenciosa de huida, esa que se disfraza hipócritamente de calma, es la que más me agota.


Hoy me levanté con ganas de escribir, de drenar un poco, de “soltar” como ahora popular y ridículamente lo llaman, quise trasladar la sensación de la mente a la libreta, dejarla ahí, quieta, mirándome como un culo y sintiéndose sospechosa y atenta. Pero el tic tac en mi oído sigue sonando mientras escribo, es más, suena a diario mientras vivo. ¿Será una advertencia? ¿Un llamado? ¿Un aviso? No lo sé, solo sé que sigo huyendo sin querer huir, porque si dejo de hacerlo, quizás cuando, por fin, frente a esto sin nombre, todo llegue a su fin… sin que haya un fin en sí.


Albert Camus el novelista francés escribió que “no hay destino que no se venza con el desprecio” y tal vez eso sea lo que intento hacer sin saberlo porque tampoco me las voy a dar de sabiondo, solo sé que trato de vencer al colapso no con fuerza, sino con palabras, con rayones, con formas o con el simple acto de no rendirme ante el silencio. Quizás escribir esto, hoy, sea mi manera de seguir resistiendo o quizás es la despedida que hace rato estoy sintiendo.

Kalee Guauta