SENTIDOS PERDIDOS

Vivimos en un mundo donde queremos que nos digan a qué sabe el café, qué temperatura tiene, a qué huele... pero no lo queremos probar, queremos respuestas sin pasar por la experiencia. Nos vendieron esa puta ilusión de estar más conectados, pero la realidad es exactamente lo contrario: estamos más aislados que nunca.

La comida ahora “nos sabe” con los ojos a través de una pantalla, basta una foto bien editada para engañar al cerebro y cuando por fin la probamos, ya estamos condicionados por mil opiniones, etiquetas, estrellas, hashtags que ni siquiera nos permiten usar nuestro propio criterio, nos quitaron el derecho a descubrir, en definitiva nos programaron.

Ahora una película de dos horas es una supuesta “pérdida de tiempo”, mejor el resumen, el análisis exprés, o porque no los mil videítos de reacción que evitan la tragicomedia de tener que quedarse quieto por dos horas, no eso no, mejor la opinión rápida, la que juzga sin saber por qué, para qué, ni desde dónde. Total, si todo es apariencia, ¿para qué pensar?

Mejor todos los días llenar las redes con mensajes, emojis, besos digitales, abrazos en stickers y “te amos” predeterminados, pero en persona… en persona no decir ni mierda, ni “buenos días”. Ahora evitan las miradas, esquivan el contacto, no saben ni chimba, sostener una conversación sin una pantalla de por medio se ha vuelto casi imposible.

Y con el arte sucede exactamente lo mismo, la gente exige el detrás de cámaras, el paso a paso, el video, las fotos de los detalles, el statement, el contexto, el proceso completo como si eso fuera más importante que la obra en sí.  Claro todo lo quieren servido, explicado, mascado, pero no son capaces de pararse dos minutos frente a una obra en silencio, sin distracciones, porque en definitiva les aburre. Al parecer se necesitan estímulos constantes, y ese fucking scroll sin fin.

A mi pueden llamarme arcaico, viejo, desactualizado, rebelde, romántico o simplemente RIDÍCULO... a mi me da igual, yo prefiero mil veces que alguien vea mis pinturas de verdad, que escuche la voz que las habita, que sienta sin necesidad de subtítulos ni tutoriales, que se conmueva sin que yo tenga que decirle cómo, que se atreva a sentir sin tontas instrucciones.

Yo hoy y cada día más prefiero esos besos que dejan saliva en la mejilla, los abrazos que arrugan la ropa, el sexo que deja corrida la cama, las conversaciones que traen risas, silencios y llantos, prefiero 12 horas frente a un lienzo, aunque la espalda se me vuelva curva, aunque el cuerpo duela y tenga que doparme con pastas antes que pasar ese mismo tiempo borrando la raya del culo apoyado en un sofá, flotando entre deseos ajenos y vidas prestadas que ni son mías ni me interesan.

Estamos atrapados en una realidad falsa, buscando emociones digitales mientras las reales se nos pudren por dentro, reprimidas minuto a minuto, se nos está apagando la emoción, se están perdiendo los sentidos y lo más grave: no nos estamos dando cuenta.

Ya no olemos, ya no escuchamos, ya no vemos, ya no tocamos, ahora escasamente oímos, miramos y flotamos… flotamos sin raíces, flotamos sin aire, flotamos desmembrados. Nos movemos a velocidad luz, en una inercia frenética donde los sentimientos se disuelven y lo intuimos, es más, lo sabemos, pero seguimos montados en ese bólido sin pensar en bajarnos porque WTF, que oso, eso está fuera de lo cool. Y así, todo se va vaciando: las relaciones, las palabras, el arte, la vida misma, las conexiones humanas se están yendo al carajo.

Pero hoy escribo esto con algo de rabia, lo escribo porque no se quien lo lea pero si uno solo lo hace valdrá la pena, hoy frente a mí máquina de escribir y con rabia mientras tecleo digo como dirían los ibéricos, ¡a tomar por el culo lo que ahora es tendencia!, ¡A tomar por el culo lo que es moda!,  ¡A tomar por el culo todo lo que me aleje de ser HUMANO!

Porque si vivir hoy se reduce a mover el puto pulgar sobre una pantalla plana —sin textura, sin olor, sin cuerpo, entonces sí, algo se está muriendo adentro.

Kalee Guauta